Primeras impresiones de Venecia
Soledad Undurraga

Venecia implica cierta contradicción. Es una ciudad donde habitan cincuenta y cinco mil personas pero al mismo tiempo es escenario de millares de turistas que la visitan. El que viene a la isla la recorre en dos días y se queda con la impresión de una ciudad mágica y llena de ensueño. Y lo es. Cada rincón es digna escena de un cuento de hadas: pórticos, canales, palacios, góndolas, callejuelas, puentes, son algunas de las imágenes que dan rienda suelta a nuestra imaginación y nos transportan a tiempos remotos e historias fantásticas.  En cambio, quien vive aquí, sabe el costo que aquel atractivo implica. Vivir en una ciudad que a pesar del paso de los años se resista a cambiar, con la intención de conservarse intacta en el tiempo. En Venecia se realizan las Bienales de Arte y Arquitectura, también el conocido Festival de Cine Veneciano. Con ello pareciera que aquí ocurre mucho, pero no hay que olvidar que estas muestras son pasajeras, porque una vez realizadas, la ciudad vuelve a ser la misma. ¿Es posible que en Venecia se realice uno de los festivales de cine más importantes, pero estén cerradas casi todas las salas cinematográficas?

En cuanto a arquitectura y planificación urbana se refiere, la política italiana y/o el respeto por lo antiguo intentan frenar grandes transformaciones. Para que una obra se construya debe pasar por la aprobación de varias instituciones. Son contados los casos en que arquitectos modernos han podido llevar a cabo sus obras. “Scarpa”, “Rossi”, “Nervi”, “Gregotti”, “Valle” y “Botta” son algunos de los arquitectos que han proyectado y construido en la isla. Los proyectos que actualmente se edifican son principalmente inmobiliarios, también, cabe destacar, un nuevo puente de “Calatrava”. Veremos qué sucede con el cuarto puente que cruzará el Canal Grande que divide la isla en dos partes.  La obra propone  unir la Ferrovía con la Plaza de Roma (importante punto de llegada y salida de buses y automóviles). Si bien fue aprobado y prometido para el año 1998, hasta ahora, nueve años después, sólo vemos las fundaciones y cimientos, además de cartas y artículos de protestas escritas en el diario local “Il Gazzettino”. El interés comercial turístico que hay tras el proyecto es evidente. Pensar qué utilidad puede tener el puente proyectado a pasos del existente “Puente de los Descalzos”, además del gran costo, son argumentos paralizantes. Pero esto es otro tema.

El agua es el esqueleto estructural de la organización morfológica de Venecia. Los cuerpos edificados son volúmenes amorfos y complicados que bordean los canales. Antiguamente las casas  y palacios daban su fachada principal al canal, accediendo desde el agua. Los canales eran las principales avenidas. En cambio, los servicios daban a la calle.  Con el tiempo, se crearon puentes y fundamentas que permitieron de Venecia una ciudad caminable. Con esto se hace  posible el acceso principal a los edificios desde la calle. Existe una configuración dual en que se contraponen varios principios: la presencia del vacío que entregan las plazas, enfrentada al volumen de los edificios, lo amorfo y lo ordenado, lo formal y lo innato, lo táctil contra lo visible (horizontes alejados por la presencia del agua) sombras y luces, reflejos (en el agua) y realidad, el pasado y el presente.

Es interesante el tema de la movilidad. Las distancias son cercanas, pero la presencia del agua las multiplica. Para trasladarse hay que estudiar la estrategia: combinar los barcos (“vaporettos”) con los recorridos a pie, o estos últimos con los puentes que cruzan los canales.  Es tan importante saber qué “vaporetto” tomar, como saber por qué puente cruzar el Gran Canal. Y así se produce una fusión entre las calles y los canales. Me explico con un ejemplo: en un funeral, desde la casa el difunto es trasladado por las calles dentro del ataúd y debe cruzar varios puentes antes de llegar a la costanera que bordea el mar donde lo espera la carroza, que en realidad es una barca que lo portará por los canales, a la isla cementerio. Tierra y agua, puentes, calles y canales, son necesarias para desplazarse. En Venecia los tiempos se miden caminando.

Venecia percibida como un interior. Es bastante curioso el fenómeno que se produce al habitar en esta ciudad. La relación entre público y privado no tiene mediación. Se experimenta la sensación de no estar nunca verdaderamente en el exterior. En la calle uno saluda a la gente (las caras después de un tiempo son familiares y comienzan a repetirse). Por ejemplo, voy a un bar en la noche y reconozco mi alrededor: la niña de la izquierda es la cajera del supermercado, el camarero es compañero de la universidad y frente a mí está la bibliotecaria). Las vecinas conversan de ventana a ventana, sin importarles la gente que pasa caminado entre ellas por la calle que las divide. Las parejas intimidan en los rincones.  En verano las familias cenan en la calle, portando fuera de la casa, mesas, sillas y todo lo necesario. Sumándole el hecho de que Venecia es una isla, se nos hace posible salir de este “interior” sólo cuando viajamos a “tierra firme”, como se llama al continente. El escritor “Henry James” describe a Venecia como un sólo departamento, donde las calles son los pasillos. Algo tendrá de cierto esta falta de privacidad al pensar en la fascinación de los venecianos por el uso de máscaras durante el carnaval. Tras ellas, las personas no son reconocibles, y por única vez se pasean incógnitos por la ciudad.

Al vivir en Venecia se perciben otros tiempos, medidos por ritmos que sólo se dan acá. Acompañarse por la presencia del agua que a veces es tranquila y otras amenazadora. Comprender Venecia como isla, como puerto, su relación con  islas vecinas, la dependencia con “tierra firme”. Reconocer a sus habitantes: venecianos y extranjeros: turistas y estudiantes transitorios… Apreciar el pasado en el presente, arquitectura de piedra, distancias caminables que permiten una percepción sensorial a micro escala: olores, colores que cambian durante el día, sombras, humedad y luz.
Venecia se vive de mil maneras.

Soledad Undurraga
Estudiante de Arquitectura Pontificia Universidad Católica. Editora de Plataforma Arquitectura.