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1 Citado por Walter Benjamin en su
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Nuevas viviendas sociales en Las Compañías, La Serena, Chile. Foto: Nicolás Valenzuela 2006. Placebo “Necesitamos de la historia, pero la necesitamos de otra manera a como la necesita el holgazán mimado en los jardines del saber”. “La arquitectura, en muchos casos no sólo es negativa sino perjudicial para la sociedad, ya que le permite eludir la solución de sus problemas más profundos (...), la arquitectura es un instrumento que, en manos de personas inescrupulosas, aunque más a menudo estúpidas, le ha impedido a la sociedad plantearse las grandes preguntas que debe responder para poder sobrevivir”. Estas palabras nos sirven para situar al proyecto de arquitectura dentro de una cadena mayor de acontecimientos y decisiones; cualquier arquitectura, sea buena o mala, está “sirviendo” a algo. Tal como dice Price, es posible que muchas veces sirva para mantener la inercia del status quo, de tal manera que se transforma en una acción tremendamente política. Por otro lado, podemos extremar la mirada con la que relacionamos la arquitectura y su contexto político y decir que nada de lo que proyectamos puede aislarse de la construcción de realidad. Como dice Michel Foucault, "el mundo tal como lo conocemos no tiene esa forma, simple en suma, en la que todos los acontecimientos se han borrado para que poco a poco se acusen los rasgos esenciales; (...) y es que una 'multitud de errores y fantasmas le ha dado nacimiento y lo puebla todavía en secreto’" (2). Es excitante pensar que el mundo no viene del todo dado, especialmente si trabajaremos proyectando cosas. El problema es que entonces aparece una dimensión de acción especialmente compleja de todo lo que hacemos, ya no solo en el acotado ámbito de un objeto físico – sea un tenedor, una casa o un parque –, sino precisamente en todo aquello que lo excede. Nos volvemos especialmente políticos al pensar que nuestras decisiones diseñarán este “mundo al que una multitud de errores y fantasmas le ha dado nacimiento y lo puebla todavía en secreto”. ¿Se tratará solamente de errores? Cuando Max Weber citaba a Tolstoi diciendo “si por lo tanto no lo hará la ciencia, quién responde entonces a la pregunta: ¿qué debemos hacer? Y ¿cómo debemos regular nuestra vida?”, el mismo Weber respondía que lo que la ciencia nos provee es el “darse cuenta del significado último del propio accionar”, para poder estar “en condiciones de poder tomar una posición según los propios ideales”. Aplicado a nuestro caso, equivale a ser concientes de que la sola arquitectura no responde a la pregunta. No existe arquitectura, ni buena ni mala, que no haya sido precedida de un para qué y un cómo existir. Y la conciencia sobre esta situación fundamental y evidente se logra precisamente a través de esa “conciencia crítica”. Ahora, si es que el acto de proyectar tiene algo de inevitablemente político, las escuelas, como instituciones colectivas, plantean una problemática mayor. La disciplina y las instituciones académicas son finalmente el instrumento para generar un ser conciente; un ser político-conciente. En palabras de Weber: darse cuenta de cómo “esta o esta otra posición práctica puede deducirse con íntima coherencia y seriedad, conforme a su significado, de esta o esta otra concepción fundamental del mundo”, o de que “ustedes sirven a este dios – para hablar figurativamente – y ofenden a este otro, si se deciden por esta actitud” (3). La socióloga, filósofa y economista Saskia Sassen ha teorizado respecto a la naturaleza de los espacios contemporáneos a través de su análisis de las ciudades globales. Con ella podemos afirmar que hoy ha sido desechado el espacio de lo cívico consolidado durante el siglo XIX, para dar paso al espacio de lo político (4). En tiempos en que la relativización del Estado-nación tradicional ha mermado los mecanismos típicos de la política moderna (5), las nuevas formas de acceso y administración del poder plantean una problemática especialmente seductora a la hora de pensar en el rol de la academia en la formación de esa “conciencia crítica” que Weber nos hace entender como la manera de saber, simplemente, qué hago. Sepamos que la arquitectura no es inocente; somos nosotros quienes podemos pecar de ingenuos – pero jamás inocentes – cuando la arquitectura es un placebo. Nicolás Valenzuela |
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