EQUIPO IIO REVISTAS ENTREVISTAS ARTICULOS OBRAS EVENTOS BUSCAR PUBLICA EN IIO LINKS CONTACTO ... |
Cités, Pasajes y Conventillos Oscar Gutiérrez Aparecen en la ciudad como rasgaduras en la fachada de la manzana, y se abren camino hasta su centro (corazón). Lo primero que se nos presenta es una reja que tras ella deja entrever un precario y menesteroso mundo en cuanto a lo material, pero rico en cuanto a las relaciones espaciales y sociales que se dan en su interior. Animarse a entrar es difícil, pues a pesar de ser en principio espacios públicos (son caminos), lo ceñido de sus crujías y la intimidad que estas crean, de inmediato te hacen ver como un habitante foráneo. Y así también lo afirman las miradas que recibes. Mientras sigues avanzando, los niños que juegan en este patio forzado se te acercan y te preguntan qué haces. Al mismo tiempo los olores de las cazuelas, los tallarines y el charquicán se te mezclan en el aire. A medida que avanzas notas cómo cada tramo del cité es singular y cómo cada vivienda se diferencia de las demás, incluso puedes llegar a tener una aproximación mayor a esa vida espiando por las puertas abiertas que ventilan cada casa. Los vecinos notan tu intromisión y te inquieren amablemente. Luego de un tiempo pierdes la cuenta de todas las veces que haz explicado que eres un estudiante de arquitectura y que te interesa este trozo de ciudad. Te miran con cara de extrañeza, pues sólo alguien diametralmente ajeno a esta menesterosidad encontraría interés en estos muros de adobe a punto de caerse (me recuerda a la imagen de la bolsa volando en American Beauty). El recorrido sigue y notas que aún quedan restos de las celebraciones de septiembre, y el cuadro no se completaría sin los improvisados colgaderos de ropa. De todas maneras persiste esa sensación de vecindad (del chavo) y te das cuenta que hace ya bastante rato que no escuchas el ensordecedor ruido de la alameda. A esa hora comienza a obscurecer y los fluorescentes que iluminan este espacio comunitario cortan transversalmente la oscuridad del cielo. Las casas que poseen faroles los encienden. Finalmente es hora de partir, y antes de salir atraviesas el portal por el que llagaste que ahora se encuentra completamente oscuro. Atraviesas la reja y apareces en la ciudad de nuevo. El ruido te acosa y te encuentras totalmente expuesto. Miras hacia atrás y vuelves a ver frágiles construcciones.
|
. Entrevista |